La mayor parte de la población del Yemen reside en áreas controladas por la banda islamista de los hutíes. Cuando en 2017 Donald Trump los incluyó en la nómina de organizaciones terroristas extranjeras (FTO), lo acusaron de que ocasionaría más hambre en el país. El resultado fue durante casi un lustro los hutíes se mantuvieron casi pasivos por falta de fondos. En 2021, Biden los quitó de la lista (muy sensible él), y posibilitó así que recibieran 3.500 millones de dólares de EEUU. El resultado: los hutíes, cuyas ceremonias nazis incluyen cánticos judeofóbicos, conforman hoy un tercer frente terrorista que mata y bombardea barcos Occidentales, y que ha obligado a una carísima coalición para detenerlos. El ciclo es recurrente: los “humanitarios pacifistas” ayudan a los terroristas en la esperanza de que se civilicen, el búmeran vuelve por doquier, y nunca escarmientan. —
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