El intelectual palestino Edward Said admitía que las sociedades árabes “son un infierno”. Sólo en eso, estaba bastante acertado. No hay allí una sola democracia ni universidades de prestigio. No hay libertad de expresión, ni de investigación en Humanidades y en Ciencias Sociales. En muchas de ellas, practican a mansalva la pedofilia y los asesinatos de doncellas “por honor familiar”. Castigan con amputaciones, flagelaciones, y duras condenas a “desvíos sexuales”. Los manifestantes antisionistas en Occidente saltean toda crítica a tal calamidad, y se concentran exclusivamente en descalificar al oasis de libertades que palpita en semejante desierto oprobioso. La verdad es que casi no hacen falta más pruebas para mostrar el grado de irracionalidad de la judeofobia.
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GUSTAVO PEREDNIK

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