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La voz silenciada

Estamos en el siglo XXI, vivimos en la era de la inteligencia artificial, el mundo está interconectado y, sin embargo, unos fanáticos violentos pueden destruir la vida de millones de personas con total impunidad
Lo peor es que, en este proceso de apropiación y minorización, han abandonado las grandes causas de la mujer que hoy nos interpelan de manera sangrante. Los ejemplos son demoledores y dejan desnudos a los reyes de la demagogia. Desde las mujeres en lucha en Irán o las niñas secuestradas en Nigeria, hasta las mujeres brutalizadas con todo tipo de leyes fanáticas en Afganistán, o la barbarie de las violaciones masivas de mujeres israelíes el 7-O, en todos estos casos la izquierda feminista, violeta y superguay, ha callado, ha ignorado y no ha existido. Ni grandes manifestaciones, ni peticiones de boicot, ni campus universitarios encendidos, ni dictadores enviados al Tribunal de La Haya. Es un feminismo de pancarta y consigna, cargado de prejuicios, ferozmente anti Occidental y siempre paternalista con el islam, tanto que puede llegar a levantar la bandera de Hamás o Hizbulá, a pesar de ser organizaciones ferozmente misóginas. En nuestro país lo conocemos sobradamente con alguno de estos partidos que, si no tienen a una diputada con hiyab, no se consideran progres, ignorando la simbología opresora que comporta. Pero no solo eso: las subvenciones a entidades islamistas que defienden el salafismo —a estas alturas, la ideología más peligrosa para las sociedades democráticas— van que vuelan, de la misma manera que se consideran cuestiones multiculturales algunas prácticas que, sencillamente, son inaceptables en una civilización avanzada.
Que este tipo de partidos y personajes hablen de feminismo cuando son totalmente ajenos al sufrimiento de millones de mujeres en el mundo, sometidas por una ideología extrema, es un auténtico festival de la hipocresía dogmática.

Escribo este artículo conmocionada por la última barbaridad contra las mujeres que, nuevamente, no hará movilizar al feminismo de pancarta, ni a los partidos que se lo apropian, ni a los manifestantes ruidosos que, si no van contra Israel o los EE.UU., no tienen ningún interés en salir del sofá. Es la nueva ley que ha promulgado el régimen talibán afgano que, en una retahíla minuciosa de prohibiciones contra las mujeres, llega a prohibir que se pueda oír la voz de la mujer ni en público, ni en ninguna radio, ni televisión, y la prohibición específica de que ni puede cantar, ni recitar, ni hablar.
Es el último eslabón de una cadena infinita que anula a las mujeres hasta el punto de la desaparición, convertidas en espectros sin otro derecho que respirar el oxígeno que les permiten sus machos.

Estamos en el siglo XXI, vivimos en la era de la inteligencia artificial, el mundo está interconectado y, sin embargo, unos fanáticos violentos pueden destruir la vida de millones de personas con total impunidad. No preguntaré dónde está la ONU, porque esta gran institución que nació para defender la democracia y los derechos fundamentales se ha convertido en un espantajo patético y absurdo, a merced absoluta de los intereses más espurios. Y así, abandonadas por todos, millones de mujeres son invisibilizadas, esclavizadas y aniquiladas.

¿El feminismo? Tal como nació, el feminismo ha muerto en manos de los que más gritan en su defensa. Ahora solo es una pancarta progre barata, una consigna manida y abusada, una mueca en la cara del mundo.

https://www.elnacional.cat/es/opinion/voz-silenciada-pilar-rahola_1272504_102.html

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