
Curaduría: Adi Dahan
Asistentes de curaduría: Anat Peled, Edna Kokia
Fechas: 4 de marzo de 2025 – 30 de agosto de 2025
Museo de Tel Aviv
El Museo de Tel Aviv presenta la primera gran exposición retrospectiva de la artista Bella Brizel, una creadora enigmática cuya obra, vida y muerte están envueltas en profundidad y misterio. La muestra reúne piezas de Brizel junto a las de artistas contemporáneos como Hanita Ilan, Omer Halperin, Shahar Yahalom, Eti Levi, Merav Kamel, Tomer Rozental y Esther Schneider, ofreciendo una mirada renovada sobre su legado.

Un viaje artístico más allá de su tiempo
Nacida en 1929 en Tiberíades en el seno de una familia ortodoxa, Bella Brizel descubrió su vocación a los 16 años tras visitar por primera vez una exposición de arte. Esta experiencia transformadora la llevó a mudarse a Tel Aviv para estudiar escultura y pintura. A los 20 años, conoció al pintor y crítico de arte Sioma Baram, con quien formó una relación simbiótica.
En 1949, la pareja se trasladó a París, donde Brizel estudió en la École des Beaux-Arts y comenzó a integrarse en la escena artística parisina, exponiendo en galerías y ganando premios. Sin embargo, lejos del bullicio de la gran ciudad, encontraron su refugio definitivo en la isla española de Formentera. Allí, en una vida austera y aislada, se entregaron a la pintura, la pesca y la convivencia con la pequeña comunidad local. Para sostenerse, instalaron una prensa de grabado en su casa y vendían litografías a los turistas.

La armonía de este retiro terminó abruptamente en 1980 con la muerte repentina de Baram. Desconsolada, Brizel dedicó los siguientes dos años a recopilar su obra y organizar su entierro en el Monte de los Olivos en Jerusalén. En 1982, tras concluir esta misión, falleció.
Entre el misticismo y la introspección
El arte de Bella Brizel desafiaba las tendencias predominantes en Israel en su época. Sus pinturas, profundamente metafísicas y cargadas de intensidad emocional, exploran la intersección entre la identidad, el mito y lo espiritual.
El título de la exposición, “Entre aguas”, refleja su decisión de vivir en una isla: una tierra rodeada de mar, que puede verse como una metáfora de su necesidad de protección y aislamiento. En sus obras, figuras espectrales sin rasgos definidos flotan en un espacio pictórico etéreo, evocando un tránsito entre el mundo interno de la artista y el lienzo. Sus primeros trabajos integran símbolos del misticismo judío, el cristianismo y la mitología, donde mujeres, animales y cuerpos celestes habitan un universo a la vez encantador y ominoso. Con el tiempo, su estilo evolucionó hacia una estética más depurada e introspectiva, donde los personajes parecen atrapados en dinámicas de dependencia y refugio. En sus últimas creaciones, la conexión con influencias externas desaparece casi por completo, dando paso a una exploración esencialista de su mundo interior.

El legado de Bella Brizel en el arte contemporáneo
El recorrido expositivo concluye con el capítulo “Parir una madre”, que presenta obras de artistas actuales que resuenan con el espíritu de Brizel. Durante su vida, la artista no contó con una red de apoyo dentro de un contexto de arte femenino consolidado. Hoy, sin embargo, creadoras contemporáneas que abordan temas como la simbiosis, la feminidad, la sexualidad, la espiritualidad y la mística religiosa otorgan a su obra un nuevo significado. Esta mirada retrospectiva no sigue una línea de influencia tradicional entre generaciones, sino que, paradójicamente, permite “dar a luz” a Brizel como una madre artística en retrospectiva.
En los últimos años, el mundo del arte ha redescubierto y reivindicado a mujeres creadoras cuyas obras fueron marginadas o relegadas al olvido. La exposición “Entre Aguas” se inscribe en esta tendencia global de revisar y ampliar el canon de la historia del arte, reconociendo la contribución de artistas como Bella Brizel, cuya exploración de la espiritualidad femenina y el misticismo sigue vibrando con fuerza en el presente.


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