⸻ The Economist – traducción Stellusz

Desde su lanzamiento en 1999, el euro fue considerado un candidato a desempeñar un papel global. Antes de la crisis financiera de 2007–2009, las autoridades europeas esperaban que se convirtiera en un competidor digno del dólar. Pero entonces llegó la crisis del euro en 2010. El Banco Central Europeo no fue creado para actuar como prestamista de última instancia, por lo que los bonos gubernamentales quedaron expuestos a ventas masivas. El sistema bancario europeo estaba dividido según fronteras nacionales y sufría de una tendencia a espirales negativas que conectaban déficits nacionales frágiles con instituciones financieras aún más inestables.

Los mercados de capital eran demasiado pequeños para compensar ese tipo de riesgo. La eurozona ofrecía pocos activos seguros para quienes querían estacionar su dinero: los emisores de bonos eran o demasiado tacaños (Alemania) o no lo suficientemente confiables (Italia y España). Apenas existía deuda conjunta respaldada por toda la unión. Las perspectivas económicas sombrías empujaban los rendimientos a corto y largo plazo por debajo de cero. Mientras los activos europeos ofrecían rendimientos bajos, la demanda de euros era limitada, y la moneda no desempeñaba un papel global.

Cuatro razones para un cambio

Hoy el euro es estable, pero sigue muy rezagado frente al dólar. Representa una quinta parte de las reservas de los bancos centrales del mundo, frente al dólar, que representa tres quintas partes. Las cifras son similares en el ámbito de las emisiones de bonos.

En la última década, mientras el mundo diversificaba sus inversiones más allá del dólar, al euro le costaba avanzar. Sin embargo, las autoridades europeas creen ahora que eso podría cambiar, por cuatro razones.

La arquitectura financiera de la eurozona se ha vuelto más segura. El Banco Central Europeo se ha convertido de facto en prestamista de última instancia. Este proceso comenzó como respuesta a la crisis del euro, durante el mandato de Mario Draghi como presidente del banco.

Durante la pandemia del coronavirus, el banco implementó un programa de compra de bonos con un presupuesto superior a 1,8 billones de euros. Cuando los rendimientos de los bonos gubernamentales subieron demasiado rápido en 2022, debido a la inflación, los responsables políticos presentaron un plan de compra de bonos sin límite para evitar un aumento futuro en los diferenciales.

Los inversores comprendieron que la Unión Europea apoyaría a los gobiernos con dificultades, y que lo haría con generosidad. Durante la pandemia, la eurozona presentó un plan de recuperación por valor de 807.000 millones de euros, financiado mediante deuda conjunta del euro, destinado a los países más rezagados. Además, el Banco Central Europeo consolidó su papel como supervisor de los 114 bancos más grandes de Europa, que en conjunto poseen el 82% de los activos bancarios del continente.

Invertir en Europa se ha vuelto más sencillo. El fondo de recuperación europeo tras la pandemia generó una gran cantidad de deuda conjunta, así como activos europeos seguros. Incluso Alemania comenzó a flexibilizar sus restricciones fiscales, en un contexto de alarma generalizada en todo el continente por aumentar el gasto en defensa: se estima que este pasará del 2% del PIB al 3,5% en los próximos años, financiado mediante mayores déficits.

Las instituciones europeas ahora parecen más atractivas, al menos en comparación con las de Estados Unidos. Si bien partidos de extrema derecha ganan fuerza en países como Alemania y Francia, y el partido gobernante en Italia es de derecha, el euro sigue siendo la moneda común de 20 estados soberanos, supervisada por un banco central particularmente independiente. A los miembros de la eurozona les resultaría difícil ponerse de acuerdo sobre cualquier cambio en la forma en que se gestiona la moneda, y menos aún sobre un uso geopolítico de la misma.

Imponer sanciones a cualquier país dentro de la Unión requiere la aprobación de los 27 miembros. No cabe duda sobre los frenos y contrapesos de la eurozona, ni sobre el consenso general —alcanzado tras décadas de compromisos y coaliciones— de que la Unión debe estar lo más abierta posible al comercio y a la inversión extranjera.

El Banco Central Europeo ha creado un marco para suministrar liquidez en euros a países fuera de la eurozona, que podría resultar más atractivo para países en crisis que las líneas de intercambio de divisas de la Reserva Federal, especialmente si Donald Trump continúa en su rumbo actual. Nadie quiere darle al presidente estadounidense una ventaja que luego pueda utilizar en su beneficio.

Viejo continente — trucos nuevos

La última razón para el optimismo radica en la situación del comercio mundial. Mientras Estados Unidos se retira del comercio global, Europa asumirá un papel más relevante. Bienes y servicios que se valoren en euros generarán mercados secundarios en esa moneda, incluyendo financiamiento comercial, seguros y derivados de cobertura para tipos de interés y monedas.

Aunque el mercado de derivados de divisas extrabursátiles aún está dominado por el dólar, los derivados de tipos de interés en euros han superado recientemente a los denominados en dólares. Los nuevos vínculos comerciales también darán lugar a la creación de cuentas de crédito y depósitos basados en euros en todo el mundo, lo que a su vez generará demanda de activos en euros y, con el tiempo, también de reservas en esta moneda por parte de los bancos centrales, ya que todo prestamista de última instancia necesita disponer de las monedas que usan los actores financieros locales.

Europa tiene la oportunidad de liderar un nuevo orden comercial liberal que brinde oportunidades para modelar el sistema financiero. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, señaló que “muchos países de todo el mundo quieren trabajar con nosotros”.

Según un estudio realizado por el Banco Central Europeo, en los años 2000 los países vecinos del este de la eurozona comenzaron a valorar su comercio en euros debido a vínculos comerciales más estrechos con la unión. Una dinámica similar está comenzando a observarse también en otras regiones.

El capital tiende a seguir el orden geopolítico. Una investigación llevada a cabo por Elisabeth Kempf, entonces en la Universidad de Chicago, junto a otros autores, halló que los gestores de activos y los bancos invierten menos en países gobernados por gobiernos cuyas orientaciones políticas difieren de las suyas.

El orden financiero tiene su propia lógica

Sin embargo, esas oportunidades no caerán fácilmente en manos de los responsables políticos europeos. Serán necesarias reformas políticas difíciles. Para empezar, los países con alta deuda —como Francia e Italia— deberán impulsar el crecimiento económico para mantenerse financieramente sostenibles, en lugar de seguir aumentando el volumen de bonos simplemente para mantener sus presupuestos.

Alemania, los Países Bajos y los países escandinavos tienen la tarea opuesta: deben utilizar su margen fiscal para invertir, como parte de un proceso para crear activos seguros. Un crecimiento económico más amplio en toda la Unión Europea elevaría los rendimientos de todos los activos en euros, incluidos los bonos gubernamentales, y los haría aún más atractivos.

Europa también necesita mercados de capital más profundos que ofrezcan a los inversores más opciones para colocar su dinero. Hasta ahora, los responsables políticos se han enfocado en logros relativamente fáciles al intentar unir mercados nacionales fragmentados, centrándose principalmente en cuestiones como los procedimientos para considerar un activo como seguro. Han evitado abordar asuntos más polémicos, como la armonización de las leyes sobre quiebras y regulaciones empresariales.

Sería de ayuda que se registrara un progreso más rápido en los planes del Banco Central Europeo para conectar a países terceros con su sistema interno de pagos, así como también lo sería una rama internacional del euro digital.

Las autoridades europeas desean que el continente dependa menos de Estados Unidos y de China. Un euro internacional reduciría los costos de financiamiento para los gobiernos nacionales, lo que sería beneficioso en una época de aumento del gasto en defensa.

Por ahora, pocos políticos expresarán abiertamente tales aspiraciones, ya que son conscientes de que, al hacerlo, podrían provocar la ira de una administración Trump. Pero eso no importa. El orden financiero tiene su propia lógica, y puede hacer caer monedas incluso en ausencia de discursos encendidos. Solo pregunten a los atenienses.

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