Por Daniel Grinspon
Que Trump se tome su tiempo. Que Biden evalúe encuestas. Que Europa convoque a otra cumbre de té con galletitas. Israel ya no puede esperar. No debe.
Los misiles siguen cayendo. Las sirenas no paran. Las familias siguen metidas en refugios como si fuera normal. ¿Qué clase de mundo acepta esto como rutina? ¿Cuántas veces más vamos a decir “Israel tiene derecho a defenderse” antes de actuar con toda la fuerza con la que debe defenderse?
Israel no necesita frases vacías. No necesita permiso de nadie. Lo que necesita es hacer lo que cualquier país haría si lo atacaran de todos lados: responder con toda su potencia, arrasar al enemigo y que no vuelva a levantarse.
Sí, arrasar. Que se entienda bien. No contener. No medir. No esperar otra provocación. Ya está. El enemigo está identificado: Irán y su red de terroristas que operan en Gaza, en el Líbano, en Siria y más allá. Y ya no alcanza con destruir una lanzadera o eliminar a un comandante. Hay que desmantelar el sistema entero. De raíz. Ahora.
Porque si no es ahora, ¿cuándo?
¿Después del próximo ataque masivo? ¿Después de otro 7 de octubre? ¿Cuántas veces más el pueblo de Israel va a tener que soportar entierros, sirenas, miedo?
¡Basta!
Israel tiene todo lo que hace falta. Tecnología, inteligencia, armamento pesado, aliados (aunque algo tibios), y lo más importante: un pueblo que no se quiebra. Pero no se puede seguir pidiendo paciencia a madres que no duermen, a chicos que no conocen otra cosa que el sonido de alarmas, a familias que viven con la angustia pegada a la piel.
Golpear ahora no es venganza. Es justicia. Es supervivencia. Es dignidad.
Y si a alguien le molesta que Israel pegue primero, le recuerdo que ese lujo de moral selectiva no se aplica cuando mueren judíos. Solo aparece cuando Israel responde.
Pues bien, que se preparen. Porque esta vez, la respuesta no puede ser quirúrgica ni limitada. Tiene que ser decisiva, irreversible, histórica.
El pueblo de Israel no nació para vivir de rodillas. Y si eso incomoda a los que miran de afuera, que se corran.
Porque la paciencia se agotó.
Y lo que viene ahora es fuego.
Am Israel Jai. Y el que toca, paga.

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